jueves, 26 de mayo de 2011

"Se pueden controlar los recuerdos"


Una molécula que evita el olvido
Una proteína fortalece las conexiones neuronales que sustentan los recuerdos. Podría ser útil para desarrollar terapias contra el estrés postraumático.

El Mundo, España
 

Cristina de Martos | Madrid
Comprender el proceso a través del cual los recuerdos se consolidan en nuestra mente podría facilitar su eliminación, como han demostrado varios estudios, o bien su afianzamiento. Una proteína parecida a la insulina que se encuentra en grandes cantidades en el cerebro parece ser crucial para reforzar la memoria, según un trabajo presentado en la revista 'Nature'.
Aprendizaje y memoria son dos procesos íntimamente relacionados. Un ejemplo: caminamos descalzos por un espacio que está a medias al sol y a la sombra. Tras unos pocos pasos nos damos cuenta de que el tramo sombrío está muy frío y lo evitamos. Aprendemos. Si volvemos al mismo escenario, pensaremos en lo vivido el día anterior y procuraremos andar por el sol. Se ha formado un recuerdo.
Los expertos han descubierto que durante la formación de esa nueva memoria, existen 'ventanas' en las que se pueden modificar las conexiones neuronales en donde reside ese recuerdo y borrarlo. Esas brechas se dan en el proceso de consolidación (cuando se forma después de la adquisición inicial) y de reconsolidación (cuando se evocan un tiempo después).
Del mismo modo que hay fármacos que administrados en el momento adecuado son capaces de eliminar un recuerdo, los autores de este estudio, procedentes de la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York (EEUU), sospechaban que IGF-II, una molécula de estructura similar a la insulina muy presente en el cerebro, podría intervenir en estos procesos de consolidación.
Para comprobarlo, utilizaron una prueba típica de laboratorio en la que un grupo de ratones asoció caminar por las zonas más sombrías de un circuito con recibir pequeñas descargas. Después de esto, los investigadores inyectaron IGF-II en el hipocampo -una zona del cerebro clave en la formación de memorias- de unos cuantos roedores durante las 'ventanas' en las que los recuerdos se vuelven débiles.
A la larga, cuanto más evitaban las zonas oscuras, más fuerte era el miedo que sentían y, tal y como los autores sospechaban, los que recibieron las inyecciones eran los que tenían mejor memoria. Un efecto que se mantuvo durante unas semanas. Cuando analizaron lo que había ocurrido a nivel molecular, comprobaron que IGF-II había fortalecido las conexiones neuronales responsables de la memoria a largo plazo.
Este descubrimiento podría ayudar al desarrollo de técnicas que favorezcan la memorización y también que ayuden a borrar recuerdos. "A medida que aprendemos más acerca de estos mecanismos de la formación de miedos y su extinción, esperamos poder aplicar este conocimiento para tratar problemas clínicos, incluido el síndrome de estrés postraumático", ha señalado Thomas Insel, director del Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU, que ha financiado el estudio.

 

viernes, 20 de mayo de 2011

"Dormir poco afecta el Cerebro"


El sueño subóptimo podría 'envejecer' al cerebro
Investigadores encontraron que el exceso y la falta de sueño se relacionaban con el declive cognitivo en la mediana edad.

Medlineplus
 
Para los adultos de mediana edad, dormir menos de seis o más de ocho horas por noche se asocia con un declive en la función del cerebro, afirman investigadores británicos.
La magnitud de ese declive mental equivale a tener entre cuatro y siete años más de edad, apuntaron los investigadores.
"En la sociedad de hoy en día, activa las 24 horas, hay una expectativa de que la gente debería poder encajar más cosas en sus vidas", comentó la autora del estudio Jane Ferrie, becaria principal de investigación del departamento de epidemiología y salud pública de la Facultad de medicina del Colegio Universitario de Londres.
"Toda esa lucha por equilibrar el trabajo y la vida hace que la gente cambie un tiempo de sueño precioso para asegurar que hacen todo lo que creen que se espera de ellos. Nuestro estudio sugiere que esto podría tener efectos adversos sobre su función cognitiva", advirtió.
De hecho, las mujeres que dormían siete horas por noche tuvieron las puntuaciones más altas en todas las pruebas cognitivas, seguidas por las que dormían seis horas. Entre los hombres, la función cognitiva fue similar para los que reportaron dormir seis, siete u ocho horas.
Sin embargo, menos de seis horas de sueño o más de ocho se asociaron con puntuaciones más bajas, comentó Ferrie.
Ferrie anotó que muchos procesos biológicos ocurren de noche, y explicó que "el sueño provee al cuerpo su necesidad diaria de restitución y recuperación fisiológicas. Aunque siete horas por noche parece ser óptimo para la mayoría de seres humanos, muchas personas pueden funcionar perfectamente bien con un sueño regular de menos o más horas".
Sin embargo, dado que la mayor parte de la investigación se ha enfocado sobre los efectos de la falta de sueño sobre los sistemas biológicos, aún no se comprende del todo por qué siete horas es óptimo, o por qué dormir mucho parece resultar nocivo, dijo Ferrie.
"La falta crónica de sueño produce hormonas y sustancias químicas en el cuerpo que aumentan el riesgo de desarrollar enfermedad cardiaca y accidentes cerebrovasculares, y otras afecciones como presión arterial y colesterol elevados, diabetes y obesidad", añadió.
El informe aparece en la edición del 1 de mayo de la revista Sleep.
El equipo de Ferrie recolectó datos sobre 5,431 hombres y mujeres entre los 35 y 55 años de edad en 1985, que participaban en una evaluación a largo plazo de personal de oficina con sede en Londres conocido como el estudio Whitehall II.
En el periodo de 1997 a 1999, se preguntó a los participantes cuántas horas dormían en una noche promedio de la semana. Se les hizo la misma pregunta en 2003 a 2004 tras un seguimiento promedio de 5.4 años. Entonces, los que reportaron cambios en sus patrones de sueño se compararon con personas cuya duración del sueño permaneció igual en el transcurso del estudio.
En 2003 a 2004, cada individuo recibió una batería de pruebas estándares para evaluar su memoria, razonamiento, vocabulario, estatus cognitivo global y fluidez verbal.
Los investigadores encontraron que durante el estudio, el 58 por ciento de los hombres y el 50 por ciento de las mujeres siguieron durmiendo las mismas horas cada noche. Sin embargo, 7.4 por ciento de las mujeres y 8.6 por ciento de los hombres aumentaron su tiempo de sueño de siete a ocho horas por noche.
Este cambio en el patrón de sueño se asoció con puntuaciones más bajas en seis pruebas de función cognitiva, en comparación con las personas cuyo periodo de sueño no cambió, encontraron los investigadores.
Anotaron que sólo las puntuaciones en la prueba de memoria verbal a corto plazo no fueron afectadas por dormir más.
Además, alrededor de 25 por ciento de las mujeres y 18 por ciento de los hombres reportaron reducciones en el sueño, o sea dormir menos de seis, siete u ocho horas por noche.
Este cambio se asoció con puntuaciones más bajas en tres de seis pruebas cognitivas: las pruebas de razonamiento, vocabulario y estatus cognitivo global, señalaron los investigadores. Sorprendentemente, aumentar el sueño por encima de seis o más horas no tuvo un efecto positivo, añadieron.
El Dr. Alberto Ramos, codirector del Programa de Salud del Sueño y profesor asistente de neurología clínica de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami, dijo que varios estudios han mostrado que dormir muy poco o demasiado aumenta el riesgo de muerte, de sufrir un ataque cardiaco o accidente cerebrovascular, y de otros problemas de salud.
"Dormir lo suficiente ayuda a muchas funciones del cerebro", apuntó Ramos. "Es restaurador, le permite concentrarse mejor y procesar información nueva mejor y más rápido".
No está claro por qué el exceso de sueño podría ser malsano, planteó Ramos. Sin embargo, especula que podría ser una señal de otros problemas de salud.
Ramos añadió que para permanecer sano, el sueño es tan importante comer bien y ser físicamente activo.
"Tenemos que pensar en el sueño de la misma forma en que lo hacemos sobre la dieta y el ejercicio", aseguró Ramos. "Si queremos tener un estilo de vida sano pensamos en la dieta y el ejercicio, pero parte de la ecuación es que un buen sueño debe formar parte de tener un estilo de vida saludable para envejecer con salud".
FUENTES: Jane Ferrie, Ph.D., senior research fellow, department of epidemiology and public health, University College London Medical School; Alberto Ramos, M.D., co-director, Health Sleep Medicine Program, and assistant professor, clinical neurology, University of Miami Miller School of Medicine; May 1, 2011, Sleep.

jueves, 19 de mayo de 2011

Hacer ejercicios reduce la mortalidad




Dres. Kokkinos P, Myers J
Circulation 122(16):1637-1648, Oct 2010
 
IntroducciónDiversos ensayos clínicos de gran magnitud y a largo plazo han demostrado que existe una relación independiente e inversamente proporcional entre la actividad física, la salud y la mortalidad cardiovascular y global. Esto se observó tanto en sujetos aparentemente sanos como en individuos con enfermedad cardiovascular (ECV).

En esta revisión, los autores resumen la información proveniente de algunos de los estudios más importantes que evaluaron la asociación entre el estado físico, el ejercicio y la salud. Además, se discuten los beneficios de la actividad física sobre los factores de riesgo cardiovascular. Por último, se describen las posibles aplicaciones clínicas de estos nuevos datos y algunas recomendaciones.
Relación entre el trabajo y la actividad físicaSe ha comprobado que el nivel de riesgo asociado con la inactividad física es comparable, y en algunos casos mayor, que el que implican los factores de riesgo cardiovascular tradicionales. Se sabe que existe una relación inversa entre el aumento de la actividad física y la mortalidad. Por otra parte, algunos estudios sugieren que la protección que brinda el ejercicio es mayor para las mujeres que para los hombres.

Un buen ejemplo es un ensayo en el que se reclutaron mujeres sedentarias a quienes se les planteó la realización de actividad física. A los 6 años, las tasas de mortalidad en las participantes que hacían ejercicio habían disminuido en un 32% para las causas cardiovasculares, y en un 38% para todas las causas, en comparación con aquellas que habían permanecido sedentarias.
Evaluación del estado físicoEn una investigación de gran envergadura se comprobó que la mayor reducción en la mortalidad se daba entre los individuos con peor estado físico y en los de la categoría siguiente, y que el riesgo de mortalidad seguía disminuyendo a medida que mejoraba el estado físico, hasta llegar a una asíntota entre los 9 y 10 equivalentes metabólicos (MET). Esto quiere decir que a partir de allí la curva se mantenía relativamente estable, y que los incrementos de la intensidad de la actividad física no reflejaban mayores descensos del riesgo cardiovascular.

Un mal estado físico implica un riesgo de mortalidad comparable con el producido por el tabaquismo o los niveles altos de colesterol. En un estudio se observó que los hombres fuera de forma que mejoraban su estado físico lograron reducir su riesgo de mortalidad en un 44% a lo largo del tiempo. Los resultados son similares en mujeres. Esto determina que la relación entre el estado físico y la mortalidad es independiente de otros factores de riesgo.
Asociación del riesgo de muerte con el tipo de ejercicio, la duración, la intensidad y el volumen
Los expertos afirman que la mortalidad se puede reducir entre un 20% y un 40% en las personas de mediana edad si se realiza ejercicio físico con una intensidad moderada, que oscile entre 3 y 6 MET, con un gasto de energía mínimo de 1 000 kcal/semana. Esto es equivalente a caminar aproximadamente 30 minutos/día. Los beneficios parecen ser mayores para los niveles más bajos de actividad física, y llegan a una meseta para los individuos más activos (que gastan más de 3 500 kcal/semana).

La intensidad y la duración del ejercicio son dos factores inversamente e independientemente relacionados con el riesgo de sufrir una ECV. Para los hombres, el efecto es mayor en relación con la intensidad del ejercicio, mientras que para las mujeres es más influyente la duración de la actividad física.
HipertensiónLa hipertensión arterial (HTA) es uno de los principales factores de riesgo para la ECV, y el más común entre los sujetos que la padecen.

Las modificaciones del estilo de vida, que incluyen la pérdida de peso y el aumento de la actividad física, contribuyen de forma importante al control de la presión arterial (PA). Se comprobó que las personas hipertensas pueden disminuir sus valores de PA mediante el ejercicio físico aeróbico. Por lo tanto, el incremento del ejercicio se recomienda encarecidamente como parte del tratamiento conductual de la HTA, ya sea acompañado de farmacoterapia o sin ella.

La hipótesis de que la respuesta de la PA a la actividad física regular difiere de acuerdo a la intensidad del entrenamiento es controvertida, aunque algunos autores postulan que el ejercicio de baja intensidad podría ser más eficaz para descender la PA que el ejercicio muy intenso.
Respuesta de la PA al ejercicio agudoHay datos que indican que la respuesta de la PA sistólica ante un ejercicio físico de 5 MET se asocia con un aumento del riesgo de hipertrofia del ventrículo izquierdo (VI).

Es cierto que la exposición diaria a niveles relativamente altos de PA predispone a un incremento de la masa del VI, incluso en individuos prehipertensos. Sin embargo, la respuesta hipertensiva es regulada por el estado físico, y es menor en los sujetos con un estado físico moderado o bueno que en aquellos que están fuera de forma. Lo mismo sucede con la masa del VI. Por lo tanto, este riesgo debe relacionarse con el estado físico individual.
Ejercicios de resistencia e HTASi bien el entrenamiento de resistencia solía ser desaconsejado por los médicos, actualmente se recomienda inclusive para los ancianos, ya que reduce el riesgo de caídas al fortalecer los músculos y atenuar la pérdida de densidad mineral ósea.

Recientemente se descubrió que la reducción de la PA sistólica producida por el ejercicio de resistencia ronda los 3 mm Hg, considerablemente menos de lo que se creía. No obstante, el ejercicio intenso se sigue recomendando como parte de un plan de actividad física combinado.
HTA, estado físico y mortalidadEl aumento de la capacidad de ejercicio se relaciona con la disminución de la mortalidad en sujetos hipertensos, con una reducción estimada del 13% por cada 1 MET de aumento en dicha capacidad.

De manera análoga, en las personas prehipertensas se observó que, en comparación con los individuos en peor estado físico, los sujetos de la categoría siguiente presentan una reducción del riesgo de muerte del 40%, los que se encuentran en estado físico moderado, una reducción del 58%, mientras que en los que están en mejor forma el riesgo es 73% inferior.

Por otra parte, se cree que el impacto de la capacidad de actividad física sobre la mortalidad estaría fuertemente relacionado con la edad.
Diabetes mellitusLa incidencia de diabetes mellitus (DBT) está inversamente relacionada con el tiempo invertido en la realización de ejercicio. Tanto la actividad física aeróbica como la anaeróbica mejoran la captación celular de glucosa y la sensibilidad a la insulina, ya que el ejercicio es un estímulo independiente para la entrada de glucosa a las fibras musculares por medio del transportador GLUT-4.

En un estudio de intervención se demostró que la aparición de DBT fue un 58% menor en un grupo de participantes a los que se les indicó la realización de 150 min/semana de ejercicio que en el grupo que no realizó actividad física. También se sugiere que la mortalidad global de los diabéticos fuera de forma o sedentarios es más de 2 veces superior a la de los pacientes en buen estado físico, más allá de su peso.
LípidosLos datos afirman que el ejercicio aeróbico mejora el perfil lipídico tanto en sujetos dislipidémicos como en normolipémicos. Los mayores resultados se observaron para los valores de colesterol asociado a lipoproteínas de alta densidad (HDLc), y en menor grado para los triglicéridos, el colesterol total y el asociado a lipoproteínas de baja densidad (LDLc).

La magnitud del aumento de los valores de HDLc se relaciona más con el volumen de ejercicio que con la intensidad de éste. El volumen necesario para alcanzar modificaciones significativas de los niveles de HDLc se calcula entre 1 000 y 1 500 kcal/semana.
ObesidadSe considera que tanto la obesidad como el sobrepeso son factores de riesgo para numerosas alteraciones, por ejemplo DBT, HTA, ECV y mortalidad prematura. Es tan importante para los médicos evaluar el estado físico del paciente como la PA, el tabaquismo y los análisis séricos.

La inactividad física es un factor causal de obesidad importante. En un estudio realizado sobre mujeres se observó que, más allá del peso corporal, el riesgo de mortalidad cardiovascular y global era significativamente mayor en las mujeres con un nivel de actividad física menor de 1 hora semanal. En otro ensayo que se realizó a continuación del anterior, se vio que el ejercicio físico moderado reducía pero no eliminaba los efectos de la obesidad sobre el riesgo coronario, y que el hecho de ser delgada no contrarrestaba el incremento del riesgo asociado con la falta de actividad.

Los autores quieren destacar un tema de reciente instauración pública, denominado “la paradoja de la obesidad”. Existen datos que afirman que en ciertos grupos de personas existe una asociación inversa entre el índice de masa corporal (IMC) y la mortalidad. Esta teoría sugiere que los sujetos obesos tendrían un menor riesgo de mortalidad que los delgados, o mayores chances de sobrellevar una enfermedad de forma exitosa.

La explicación que sugieren los expertos es que las personas con menor IMC podrían sufrir o haber sufrido algún tipo de enfermedad crónica, que haya resultado en la pérdida de peso y de la capacidad de actividad física. En este caso, la relación inversa planteada podría estar sustentada en factores de confusión o en alguna otra razón desconocida, y debe ser manejada con cautela.
Actividad física e inflamaciónLa aterosclerosis es un proceso inflamatorio. El marcador sérico de inflamación más profundamente estudiado es la proteína C-reactiva (PCR). Los científicos destacan que, si bien el ejercicio agudo induce una respuesta inflamatoria transitoria, la actividad física regular y sostenida es capaz de reducir la inflamación, por mecanismos no del todo dilucidados.

Numerosos estudios clínicos aseguran que los niveles de PCR son inferiores en individuos con peso normal, con alto nivel de actividad física, o con ambas características, que en los sujetos obesos o con sobrepeso. La relación inversa de la PCR con el estado físico se comprueba al observarse una reducción del 80% en los niveles plasmáticos de este marcador al comparar sujetos en el mejor nivel de estado físico con individuos en el peor estado.

El efecto de la actividad física es mayor en pacientes con síndrome metabólico, lo que sugiere que los beneficios del ejercicio serían mayores en personas con resistencia a la insulina.
TrombosisLa trombosis es un trastorno que participa en la patogénesis del infarto agudo de miocardio, la angina inestable y la muerte súbita.

Durante el ejercicio, se producen numerosos cambios hemostáticos que repercuten sobre las plaquetas, los factores de coagulación y la fibrinólisis. Puesto que se supone que la actividad física aguda aumenta la agregación plaquetaria, se ha planteado la posibilidad de que el ejercicio desencadene eventos trombóticos. Sin embargo, dichos eventos son poco frecuentes durante el ejercicio, y su rol preciso no está del todo claro.
Lo que sí se sabe es que los patrones de actividad física de alta intensidad y el ejercicio regular tienen un efecto inhibitorio sobre los factores trombogénicos y mejoran el potencial fibrinolítico de la sangre. Estas modificaciones se han demostrado tanto en sujetos sanos como en enfermos cardiovasculares.
Indicaciones sobre el ejercicio para mejorar la saludLa actividad física debe adaptarse a las necesidades y capacidades de cada persona, pero se han descrito recomendaciones generales para los adultos a partir de la mediana edad, que se supone son capaces de reducir el riesgo de ECV.

El ejercicio debe ser principalmente aeróbico, complementado por actividades de fortalecimiento muscular. La intensidad debe ser moderada, y puede elevarse a vigorosa en sujetos más jóvenes o en aquellos que puedan soportarla. La duración de la actividad física debe ser de al menos 30 minutos continuos o acumulados la mayoría de los días de la semana y, de ser posible, todos los días. Además, se debe alentar la realización de ejercicios con pesas livianas que trabajen los principales grupos musculares, diseñados para mantener o aumentar la fuerza y la resistencia musculares. Por otra parte, se recomienda un aumento progresivo del volumen de ejercicio para incrementar los beneficios.
Entrenamiento a intervalos de alta intensidadEn varios trabajos se ha notado que el entrenamiento a intervalos de alta intensidad es más beneficioso que los programas tradicionales de ejercicio continuo con respecto a diversos parámetros metabólicos, musculares y cardiovasculares. Dicho entrenamiento consiste en múltiples períodos cortos de actividad intensa (de 3 a 4 minutos de duración), intercalados con períodos similares de actividad de baja intensidad.

En comparación con el ejercicio continuo, se cree que el entrenamiento a intervalos proporciona beneficios en cuanto a la oxidación de las grasas, la capacidad aeróbica y la función mitocondrial, e induce el remodelado inverso del VI y la mejoría de la función cardíaca (que incluye el aumento de la fracción de eyección y la disminución de los volúmenes de fin de sístole y fin de diástole). No obstante, esta información requiere mayor estudio.
Recomendaciones a futuroDebido al estilo de vida sedentario que se está imponiendo mundialmente, la falta de actividad física ha producido un enorme impacto en la salud. El ejercicio es bueno para la prevención y el tratamiento no sólo de las ECV, sino también de muchas otras. Sin embargo, la mayor parte de la población del mundo occidental no llega a cubrir el ejercicio mínimo recomendado.

Por ello, los autores creen que la actividad física debería considerarse como una pieza importante dentro del cuidado de la salud. Aconsejan que el personal médico dedique tiempo a la charla con sus pacientes para motivarlos a la realización de ejercicio. Dentro de este contexto, deben recordar que los datos recientes sobre el entrenamiento a intervalos de alta intensidad son prometedores, pero deben ser estudiados en mayor profundidad.

 

domingo, 8 de mayo de 2011

la dieta y ejercicio reducen la presión arterial



El ejercicio y la dieta reducen hasta un 78% el riesgo de HTA
Un estudio en JAMA muestra que el IMC es el factor modificable más importante a la hora de prevenir la hipertensión.

JAMA 2009;302:401-411



El ejercicio y la dieta podrían reducir en hasta un 78% el riesgo de hipertensión arterial en las mujeres, según las conclusiones de un estudio llevado a cabo por investigadores del Brigham & Women’s Hospital y la Facultad de Medicina de Harvard en Boston (Estados Unidos) y publicado en el último número de la revista The Journal of the American Medical Association (2009;302:401-411).

Concretamente, los resultados muestran que el seguimiento de factores dietéticos y de estilo de vida modificables que incluyen el mantenimiento de un peso normal, ejercicio diario, una dieta alta en frutas, vegetales y productos lácteos desnatados y baja en sal y suplementos de ácido fólico se asocia con una menor incidencia de hipertensión entre las mujeres.

Los científicos, dirigidos por el Dr. John P. Forman, examinaron la asociación entre combinaciones de factores de estilo de vida de bajo riesgo y el riesgo de desarrollar hipertensión. El estudio incluyó a 83.882 mujeres adultas de entre 27 y 44 años del segundo Estudio sobre Salud de las Enfermeras (NHS) que no tenían hipertensión, enfermedad cardiovascular, diabetes o cáncer en 1991 y que presentaban unas cifras de presión sanguínea normales. El seguimiento de los nuevos casos de hipertensión se realizó durante 14 años, hasta 2005.

Los autores identificaron seis factores del estilo de vida y dietéticos asociados a la hipertensión que incluían un índice de masa corporal (IMC) inferior a 25 kg/m2; una media de 30 minutos de ejercicio diarios; una puntuación alta en el seguimiento de la dieta DASH para detener la hipertensión en un cuestionario alimentario; el uso de menos de un analgésico no narcótico a la semana; y el consumo de 400 g o más diarios de ácido fólico en suplementos.

La puntuación en la dieta DASH se determinó en base a el consumo elevado de frutas, vegetales, frutos secos y legumbres, productos lácteos desnatados y productos integrales además de un consumo bajo de sal, bebidas edulcoradas y carnes rojas y procesadas.

Los investigadores analizaron la asociación entre las combinaciones de tres (IMC normal, ejercicio y dieta DASH), cuatro (los referidos tres factores de bajo riesgo y la adición de un consumo moderado de alcohol), cinco (más el no consumo de analgésicos) y seis factores de bajo riesgo (más ácido fólico) y el riesgo de desarrollar hipertensión.


Beneficios significativos

Durante los años de seguimiento del estudio se detectaron 12.319 nuevos casos de hipertensión. Los seis factores de riesgo modificables se asociaron de forma independiente con el riesgo de desarrollar hipertensión durante el seguimiento. En el caso de las mujeres que seguían todos los aspectos saludables del estilo de vida, el riesgo de hipertensión era un 80% menor.

Y es que como apuntan los autores, si se hubieran seguido los seis aspectos del estilo de vida se hubieran podido evitar el 78% de los nuevos casos de hipertensión. Este porcentaje hubiera sido del 72%, 58% y 53% si se hubieran seguido cinco, cuatro o tres de las recomendaciones saludables respectivamente. El IMC fue el factor que predecía en mayor medida la hipertensión: un IMC de menos de 25 kg/m2 podría evitar el 40% de los nuevos casos de presión sanguínea elevada.

Los autores concluyen que “el seguimiento de factores del estilo de vida y de la dieta de bajo riesgo se asocia con reducciones significativas en la incidencia de la hipertensión y podría tener el potencial de evitar una gran proporción de nuevos casos de hipertensión entre las mujeres jóvenes”.

martes, 3 de mayo de 2011

japón nueva tecnología ser invisible es posible

Os recomiendo encarecidamente que veáis el siguiente vídeo, es sencillamente sorprendente. Explican como el desarrollo de prendas “invisibles” está mucho más cerca de lo que podíamos imaginar.

El dispositivo en cuestión está creado en la Universidad de Duke, y es capaz de hacer los objetos invisibles en la región del espectro perteneciente a las microondas. El siguiente paso sería modificarlo para trabajar en infrarrojo y luz visible, y de este modo ocultar objetos 3D a los ojos humanos.

También veremos el desarrollo de unos científicos japoneses con la misma finalidad pero utilizando cámaras, un proyector y una superfície reflectante, asombroso.



Fuente: NewSciencist